lunes, 8 de agosto de 2016

"Así me hice combatiente del Estado Islámico"

Entrenamiento en la provincia iraquí de Nínive capital Mosul. just.paste.it
AMENAZA YIHADISTA

La biografía de un traidor

EL MUNDO accede a una prisión del Kurdistán iraquí y entrevista a un militante al que el grupo encomendó volar una mezquita chií

Huyendo del Estado Islámico en Irak con miedo y hambre

Por FRANCISCO CARRIÓN - Cárcel de Kani Goma (Irak) - @fcarrionmolina


Primera hora de la mañana. Un puñado de centinelas monta guardia en los puestos de control que salpican la carretera hacia Kani Goma, una prisión de máxima seguridad en la región del Kurdistán iraquí. La señal del móvil se desvanece al cruzar la última garita, justo antes de que la cancela del fortín se abra de par en par dejando expedito el último tramo del camino. En el patio Amir, el general del Asaish (Inteligencia kurda) que supervisa el encuentro, vocea las normas de la visita: veta el uso de la cámara de fotos y el magnetófono. Solo el bloc de notas queda a salvo de sus órdenes. Unos minutos después, el oficial se pierde por el pasillo que conduce a las celdas. Reaparece al rato escoltando al preso dispuesto a relatar su descenso a los infiernos. "Me llamo Sherko", dice el recién llegado mientras extiende la mano. "Soy kurdo. Tengo 36 años. Me he ganado siempre la vida como fontanero. Soy padre de cuatro niños. El mayor tiene 13 años y el pequeño tres", detalla. Cuando concluye su escueta presentación, toma asiento en una desgastada silla que el general ha colocado en mitad de la estancia.

Fuera, frente a las pedregosas montañas que rodean la ciudad de Suleimaniya, llueve tímidamente. "Estoy aquí por mi culpa. Me uní al Daesh [acrónimo en árabe del autodenominado Estado Islámico]", suelta a bocajarro. "Me puso en contacto un amigo que conocí en la mezquita del barrio y que se fue a luchar aSiria. Luego, comencé a buscar páginas yihadistas en internet. Quería pertenecer al Daesh y hacer algo por el bien de Dios, el profeta y el islam. Quise viajar a Siria, como hicieron otros conocidos, pero tenía una familia de la que ocuparme". Descartado el periplo, Sherko optó por convertirse en un partisano del IS (Estado Islámico, por sus siglas en inglés) en suelo kurdo. Fue entonces cuando recibió su primera misión: atentar contra una mezquita chií de Suleimaniya coincidiendo con la celebración de la Ashura, la fiesta chií que conmemora el aniversario del martirio del imán Husein, nieto de Mahoma, en la localidad iraquí de Kerbala en el 680 d.C. por las tropas del califa omeya Yazid."Quería actuar solo. Me cité con mi contacto en un garaje de la ciudad y me entregaron una maleta cargada de TNT. Me comunicaron que tenía que destruir la mezquita", narra el militante.

La misión que le encomendó un enlace de la organización que dirige Abu Bakr al Bagdadi no era, sin embargo, su primer flirteo con el yihadismo. En sus años mozos Sherko militó en Ansar al Islam, un grupo que en 2000 declaró una suerte de emirato en unas escarpadas sierras al oeste de la ciudad kurda de Halabja, a unos kilómetros de la frontera con Irán. "Era muy joven. Me enrolé en el movimiento mientras participaba en un partido islamista. No sabia nada y tomé el camino de la religión. Estuve con ellos en su campamento", admite el fontanero. Tres años después, en plena invasión de Irak, el experimento fue abortado por un ataque de la aviación estadounidense. "Después de aquello -evoca- dejé de militar. Me sentía completamente frustrado. Pasaba temporadas sin rezar pero siempre fui un buen musulmán. Así es la fe. Está llena de altibajos".

2014, regreso a la escena


Durante más de una década Sherko se mantuvo alejado de la yihad. Se dedicó a trabajar y ver crecer a sus vástagos. Una vida monótona hasta que el polvorín sirio saltó por los aires. "Jamás pensé en unirme a Al Qaeda. No tenía influencia en la zona. Durante una larga temporada me olvidé de todo hasta que comenzó la guerra en Siria y llegaron las malas compañías", admite el joven. 2014, con el IS extendiéndose imparable por el norte de Irak, fue el año de su regreso a escena. "Mi amigo terminó de convencerme. Me dijo que era nuestro deber y que la organización era invencible. Escuché algunos sermones de Al Bagdadi pero no me impresionaron. Mi amigo era mi guía". Su viaje de vuelta se fraguó -sostiene- entre las conversaciones con un allegado y los vídeos manufacturados por el IS que comenzó a devorar. "No me gustaba la violencia que aparecía en las imágenes pero me dijeron que era necesario. Como a otros tantos, me engañaron con la promesa de vivir en un califato si me sacrificaba por la religión", agrega antes de reconocer cierta nostalgia por el pasado.

"Echo de menos a mi familia"


"Vivía bien. Echo de menos a mi familia y mi trabajo pero sé que he causado mucho daño a mis seres queridos, a los que jamás conté en lo que andaba metido para protegerles. Mi esposa no me ha perdonado y mis hijos se han acostumbrado a escuchar que su padre es un terrorista. Si pudiera regresar al pasado, no haría lo que hice", indica consciente de que ante los ojos de sus vecinos kurdos, que luchan contra las huestes del califato limítrofe, la suya es la biografía de un traidor. "Lo reconozco. No soy un inocente. Nunca he pegado un tiro pero tenía ganas de hacerlo. Si me lo hubiera preguntado hace un año, le hubiera contestado que tenía ganas de matar", descarga a bocajarro quien se confiesa arrepentido. "Espero -farfulla- no volver a caer en la trampa aunque necesito rehabilitación y ayuda. Para mí, la cárcel está siendo una escuela. Aquí me he aficionado a leer novelas, algo que nunca había hecho. Cuando salga, diré que los yihadistas carecen de razón y que tarde o temprano serán derrotados".

En su celda del penal de Kani Goma, Sherko espera desde hace meses el inicio de su proceso judicial. Ignora el castigo al que se enfrenta, los años que puede costarle haberse alistado en el bando enemigo. La única certeza que alberga el militante -que durante la entrevista ha respondido solícito a todas las preguntas- es el desenlace de su operación suicida. Resultó un fiasco. No pudo cumplir la tarea que los prebostes del califato habían diseñado para él. "Lo único que tenía que hacer -desvela- es llevar la maleta cargada de explosivos hasta la mezquita. La mañana que fijamos para el atentado visité a primera hora el lugar para observar los movimientos. Tenía muchas dudas. Tenía miedo. Había dejado el material en casa y cuando regresé fui detenido por la Inteligencia kurda. Gracias a Dios. Merece la pena vivir otra vida".

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