Fallece a los 87 años el exdictador argentino Jorge Rafael Videla
Bajo el régimen que lideró de 1976 a 1981 desaparecieron 30.000 personas
Fue condenado en 2010 a cadena perpetua por crímenes de lesa humanidad
ALEJANDRO REBOSSIO Buenos Aires 17 MAY 2013 - 15:37 CET
El dictador más cruel de la historia argentina, Jorge Rafael Videla, ha muerto este viernes por la mañana en una cárcel de la provincia de Buenos Aires, a los 87 años. Estaba condenado a prisión perpetua por algunos de los crímenes de lesa humanidad que cometió como jefe del régimen que dirigió Argentina entre 1976 y 1981.
Videla había nacido el 2 de agosto de 1925 en Mercedes —una localidad a 100 kilómetros al oeste de Buenos Aires— y en 1942 había iniciado su carrera militar. En 1975, la entonces presidenta de Argentina, Isabel Perón, lo nombró jefe del Ejército y decretó que las FuerzasAarmadas aniquilarán la “subversión”, en referencia a las guerrillas que habían surgido incluso dentro del peronismo. Pero Videla y los jefes de la Marina y de la Fuerza Aérea derrocaron a la viuda de Juan Domingo Perón en 1976 para reforzar un terrorismo de Estado que ya había comenzado a ejercerse.
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Durante la última dictadura militar de Argentina (1976-1983), que contó con apoyo del poder económico del país, llegaron a desaparecer 30.000 personas, según las organizaciones de defensa de los derechos humanos. Muchos de ellos, después de tormentos, fueron arrojados en los ‘vuelos de la muerte’ al Río de la Plata o al Mar Argentino. Otros acabaron fusilados. Miles debieron exiliarse o fueron secuestrados, torturados y después liberados. Además, 400 bebés que nacieron en el cautiverio de sus madres desaparecidas fueron robados y entregados a militares o personas vinculadas con el régimen. Precisamente, Videla había sido condenado a 50 años de prisión el año pasado por el llamado plan sistemático de robo de niños.
En los tiempos de Videla también se aplicó un plan económico que incluyó el cierre de sindicato, el deterioro de los salarios y el fomento de la especulación financiera, la liberalización comercial y el endeudamiento público. Parte de ese pasivo se incrementó para organizar el Mundial de Fútbol de 1978, en el que Videla entregó la copa de campeón al seleccionado local.
Una vez que regresó la democracia a Argentina, en 1983, el Gobierno del radical Raúl Alfonsín impulsó los juicios contra la cúpula dictatorial. Videla fue condenado por primera vez a prisión perpetua en 1985 por dirigir la represión ilegal en su gobierno. Pero en 1990, el entonces presidente Carlos Menem, un peronista que había permanecido preso años durante la dictadura, indultó a Videla, a los otros militares condenados y también a los jefes guerrilleros de los 70.
Ante la impunidad de crímenes que no prescriben por considerarse de lesa humanidad, en los 90 el juez Baltasar Garzón reanudó las investigaciones contra Videla en España. En 2003, con la llegada del peronista Néstor Kirchner a la presidencia de Argentina, se impulsó la declaración de inconstitucionalidad de los indultos de Menem y así fue que en 2000 fue condenado otra vez a reclusión de por vida por los crímenes cometidos en la provincia de Córdoba. Además, aún enfrentaba una larga lista de otros juicios, como aquel en el que se los responsabilizaba por el Plan Cóndor, el programa de cooperación de los regímenes militares de Sudamérica de los 70 y 80 para perseguir a opositores.
Videla nunca se arrepintió de nada. Siempre reivindicó su actuación. Dos días antes de morir, en el juicio del Plan Cóndor, tomó la palabra para definirse como “preso político” y defendió “la lucha antisubversiva que tuvo lugar en la guerra interna”. La noche del jueves ya no quiso cenar y este viernes murió a las 6.30 de la mañana en la cárcel de Marcos Paz (50 kilómetros de Buenos Aires), donde estaba recluido como un preso común, sin privilegios de militares.
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